sábado, 22 de agosto de 2020

Oposición Geografía e Historia. Historia de España. Tema 36, anexos animación a la lectura y curiosidades sobre reyes.

 CARLOS II: ¿hechizado, impotente…?


§  Cobarde”, “tonto”, “impotente”... ¿Qué hizo Carlos II para ser el rey más repudiado de la historia de España?

§  Su reinado estuvo eclipsado por sus problemas de salud y peculiaridades físicas. Sin embargo, el último monarca de los Austrias quedó reducido a una 

caricatura que no fue muy justa con la realidad

Sobre el último monarca de los Austrias -rama española de los Habsburgo- que reinó en España se ha dicho que solo tenía un testículo, que era deforme, impotente e intelectualmente discapacitado. La historia lleva siglos cebándose con Carlos II (Madrid, 1661-1700), un hombre al que el adjetivo más benévolo que le han dedicado es el de hechizado. Sin embargo, el que fuera rey de España, Nápoles, Sicilia y Cerdeña, duque de Milán, soberano de los Países Bajos y del Imperio Español de ultramar (desde México a las Filipinas), además de conde de Borgoña y algún título más que ni él ponía por escrito de tantos que eran, no fue el despojo que las fake news de su época retrataron con ahínco.

Un rey frágil encajaba muy bien en un país sumido en una crisis

Por qué la figura de Carlos II ha trascendido hasta nuestros días como la de un pusilánime que parecía estar viviendo siempre el que podía ser su último día en este mundo tiene en gran medida su razón de ser en el rey de Francia Luis XIV, su eterno rival. Como explica a Icon el doctor en Historia Eduardo Juárez, Francia se encontraba en pleno auge y esplendor, mientras España estaba sumida en la decadencia. Durante el reinado de Carlos II se vivió un proceso de transformación y el monarca español estaba sometido a una gran presión por parte del rey Luis XIV. "El francés apretaba para derribar la hegemonía española, siguiendo con la lucha hasta que logró la paz de los Pirineos, consiguiendo derechos dinásticos sobre el trono de España, además de otras ventajas políticas y económicas en Europa", apunta Juárez.

Por su parte, el doctor en Historia Moderna José Calvo Poyato asegura que la imagen de monarca débil le venía muy bien a la historiografía clásica. "Un rey frágil encajaba a la perfección en el marco de un país sumido en una crisis", indica. Los Borbones, continúa el historiador, eran los grandes enemigos de los Austrias y trataron de denigrar la casa de los Habsburgo de todas las formas posibles. La propaganda borbónica contrapuso el éxito reformista de los Borbones españoles frente al fracaso de Estado liderado por los Habsburgo y se encargó de desprestigiar al monarca español desde su nacimiento. El francés Jacques Sanguin, al que Luis XIV envió a Madrid para que diera parte sobre el estado de salud del bebé describió a Carlos II así: "El príncipe parece extremadamente débil, ambas mejillas tienen una erupción de tipo herpético, la cabeza está cubierta de costras y debajo de la oreja derecha se ha formado un tipo de drenaje supurante".

Campaña de desprestigio: la historia de España no fue escrita por españoles

Entre los siglos XVII y XIX la historia de España no fue escrita por españoles. Todo lo relacionado con esta época que se ha colado en el imaginario colectivo fue fruto de la visión subjetiva que dieron narradores extranjeros. "Nos escribieron la historia y lo hicieron a su manera", reconoce Calvo Poyato. De ahí que, tal y como explica Eduardo Juárez, Carlos II quedara reducido a una caricatura que no fue muy justa con la realidad.

Es cierto que el rey padecía el síndrome de Klinefelter, una alteración cromosómica que se da cuando se tiene un cromosoma X de más y que esto le provocó infertilidad. También que sufría de raquitismo, falta de concentración y el prognatismo mandibular característico de los Austrias. "Sus niveles de testosterona era muy bajos y sus genitales pequeños", añade Juárez. Unas anomalías, con mucha probabilidad derivadas de la consanguinidad acumulada -sus padres, Felipe IV y Mariana de Austria, eran tío y sobrina-, que no hicieron más que despertar una buena ristra de creencias carentes de fundamento en una sociedad ultrarreligiosa como era la española del siglo XVII.

No lo hizo tan mal: durante su reinado se recuperó la natalidad y se reavivó el comercio

El reinado de Carlos II estuvo eclipsado por sus problemas de salud y peculiaridades físicas, sin embargo, supuso el inicio del proceso reformista que dio los primeros pasos hacia el nuevo Estado en el que se basa la reforma borbónica. "Carlos II buscó el fortalecimiento de la imagen del valido como ministro real, así como la presencia del secretario del despacho universal, tratando de volver al gobierno de los funcionarios frente a la nobleza", apunta Juárez.

Durante su mandato, el país inició una notable remontada: a partir de 1685 se recuperó la natalidad y la confianza en la moneda, lo que ayudó al comercio. La catedrática de Historia Moderna Magdalena de Pazzis Pi Corrales coincide y destaca que en el último cuarto del siglo XVII se produjeron mejoras económicas gracias a las medidas de sus validos, Oropesa y Medinaceli. También se dio una recuperación científica de la mano del movimiento Novator que impulsó la actividad científica (matemáticas, cartografía, astronomía, navegación...) y se sumó a las actividades científicas europeas.

No estaba hechizado, era torturado

A Carlos II se le tenía por un hombre débil, además de por su apocado aspecto, porque no fue capaz de tener descendencia con ninguna de sus dos mujeres, María Luisa de Orleans y Mariana de Neoburgo. Para fortalecerle y ponerle remedio a su esterilidad fue sometido a múltiples torturas que lejos de lograr su objetivo minaban la salud del rey. "Cuando salía de la corte mejoraba notablemente. Hoy sabemos que es porque las torturas se llevaban a cabo en palacio, de ahí que cuando estaba fuera, alejado de los brutales experimentos, recuperara fuerzas. Sin embargo, no es lo que entendían en esa época, pues le llamaban El Hechizado porque creían que el monarca se encontraba bajo un embrujo que le enflaquecía y solo cuando salía de la ciudad y se alejaba de él lograba mejorar", cuenta Eduardo Juárez.

Antepuso el Estado a sus sentimientos personales

José Calvo Poyato recuerda que, al no tener descendencia, Carlos II decidió nombrar como heredero del trono al Borbón Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV, con la intención de asegurar así la unidad del reino español. "Primó en él mantener la herencia unida para que los dominios de la monarquía hispánica perdurasen. Antepuso el Estado a sus sentimientos personales. No tuvo que ser nada fácil darle el reino a un descendiente de su rival pero lo hizo porque pensó que era lo mejor para la corona y esto es algo a destacarle como monarca", matiza.

No fue tan débil, es que las comparaciones son odiosas

La realidad es que, a pesar de lo que pudiera transmitir su apariencia física, Carlos II fue uno de los monarcas más longevos. Accedió al trono con cuatro años, reinó 35 ("una barbaridad para la época", reconoce Juárez) y vivió 38, edad que era difícil alcanzar en el siglo XVII. Tanto dio de sí que es el rey de España más retratado. Pero el del último Habsburgo que reinó en España es el claro ejemplo de que las comparaciones son odiosas. Como señala Juárez, le tocó competir contra el más poderoso, el gran rey de Francia Luis XIV. Al lado de él, los defectos de Carlos II se magnificaban exponencialmente.

No fue el mejor rey que ha tenido España, pero tampoco ha sido el peor

Carlos II no fue un gran rey, pero tampoco fue el peor. Desde luego, como asegura Eduardo Juárez, fue mejor que su padre, que arruinó al país y tuvo más de una veintena de bastardos, y mucho mejor que su abuelo (Felipe III). El problema es que apenas se sabe nada de él más allá del cliché porque, reconoce Juárez, "en España nos encanta la maledicencia de lo nuestro y celebramos las derrotas en vez de las victorias".


Artículo extraído del Diario "El País", puedes verlo íntegro pinchando aquí. 

 

Oposición Geografía e Historia. Historia de España. Tema 36, anexos animación a la lectura y curiosidades sobre reyes.

  Las alucinaciones de Felipe V, el primer Borbón de España.

Felipe V “se creía rana” y “apenas se aseaba”: cómo el rey español más trastornado pasó a la historia como un gran monarca

El primer Borbón que reinó en España padecía fuertes depresiones y alucinaciones que la historia parece haber pasado por alto en más de una ocasión

ü  "Una madrugada Felipe V quiso montar uno de los caballos que aparecían dibujados en los tapices del Palacio Real de La Granja de San Ildefonso, pues creía que eran tan reales como él mismo", reconoce el doctor en Historia Eduardo Juárez

ü  Llamaba la atención el fervor sexual del rey. El mismo que sentía por la religión y que le llevaba a vivir en constante contradicción, pues cada vez que tenía relaciones sexuales, algo que ocurría a menudo, sentía la necesidad de confesarse inmediatamente para desembarazarse del pecado que acababa de cometerç

ü  Felipe V murió a los 60 años entre enajenaciones y desvaríos a los que se sumaba una falta de higiene personal tal que cuando trataron de amortajarle al quitarle la ropa que llevaba puesta se iba también la piel

Felipe V llegó a pasar 15 días postrado en la cama del palacio del Buen Retiro afirmando a gritos que estaba muerto. Tal y como confirma Eduardo Juárez, doctor en Historia Moderna, lo repetía insistentemente con la intención de demostrarse a sí mismo que seguía estando vivo. El monarca fue el primer Borbón que reinó en España y vivía obsesionado con la muerte y la enfermedad: Estuvo 30 años asegurando a todo el que quería escuchar que fallecería de forma inminente ("es triste no ser creído, pero no tardaré en morir y se verá que tenía razón", le decía al cardenal Alberoni) y apenas comía porque decía que todo le sentaba mal.

El quinto Felipe de la historia española, nacido en Versalles en 1683, era maníaco-depresivo, se negaba a cortarse las uñas de los pies hasta que apenas podía caminar, dormía de día y reunía a la corte de madrugada. Tampoco quería cambiarse de ropa porque tenía miedo a ser envenenado a través de ella, no se dejaba asear y sufría delirios. "Una madrugada Felipe quiso montar uno de los caballos que aparecían dibujados en los tapices del Palacio Real de La Granja de San Ildefonso, pues creía que eran tan reales como él mismo" (Eduardo Juárez).

Creía ser una rana y negaba su condición humana

En otras ocasiones, el Borbón alucinaba creyendo ser una rana y como tal se comportaba en palacio. Croaba y brincaba por las estancias de La Granja negando su condición humana, pues estaba seguro de que carecía de brazos y piernas. Pero estos problemas no eran algo nuevo en la familia: su madre, María Ana Victoria de Baviera, sufrió fuertes depresiones que la llevaban a encerrarse durante días en sus aposentos sin querer ver a nadie y finalmente murió a los 30 años, cuando Felipe tenía solo seis.

Sin embargo, cómo trasciende un personaje al imaginario colectivo no siempre es un reflejo fiel de lo que realmente aconteció. A pesar de las escenas que el rey montaba en palacio de forma recurrente, logró tener muy buena prensa y ha pasado a la historia como un monarca reformador del Estado español y al que se le llamaba de forma benevolente El animoso. "Apenas se habla de que Felipe era demente, como tampoco se destaca que en el Tratado de Utrecht perdió todos los territorios españoles europeos", señala Juárez. La ddoctora en Historia Marina Alfonso Mola reconoce que se sabe muy poco de Felipe V, "un rey al que se le ha dedicado muy poco tiempo". La historiadora recuerda que fue el primer rey extranjero que tuvo España y eso se nota en el trato que le ha dado la historia. "Un ejemplo es que siempre se dice que la IIustración la comenzó su hijo Carlos III, pero la realidad es que fue él quien la inició", matiza Marina Alfonso.

Un rey incapaz de gobernar solo

Otro agravante que desembocó en sus salidas de tono es que al sucesor de Carlos II no se le educó para ser rey, y menos rey de España. "Siempre fue el segundón de sus hermanos y de pronto se encontró con una responsabilidad que le superaba, no se sentía capaz de estar a la altura y sufría por ello", anota Marina Alfonso. Tenía 17 años cuando, en 1700, cambió Versalles por la corte española solo y sin apenas hablar español. De ahí que el idioma que se hablara en la corte durante su reinado fuera el francés. "En La Granja todos los topónimos del jardín son palabras en francés adaptadas al castellano y tanto la abdicación como el codicilo de su testamento están escritos en ese idioma", apunta Juárez.

El primer Borbón de España fue un joven culto y abierto de mente, pero tenía serias dificultades para adaptarse. Su padre, Luis de Francia (hijo de Luis XIV), y su hermano Luis, murieron cuando él ya se encontraba en España. Estas pérdidas acrecentaron aún más la sensación de soledad y desamparo que tanto le angustiaba. "Felipe V tuvo tutores que le ayudaban a reinar porque las depresiones que padecía le impedían hacerlo. Estuvo rodeado de políticos muy capaces que terminaron gobernando por él. Felipe no quería ser rey de España, lo que quería era quedarse en Francia, por eso mandó construir La Granja, un palacio real al estilo francés donde pensaba retirarse en cuanto pudiera abdicar en su hijo Luis", explica a Icon el historiador.

Su fervor sexual le llevaba a confesarse constantemente

Además de sus manías y delirios, llamaba la atención el fervor sexual del rey. El mismo que sentía por la religión y que le llevaba a vivir en constante contradicción, pues cada vez que tenía relaciones sexuales, algo que ocurría a menudo, sentía la necesidad de confesarse inmediatamente para desembarazarse del pecado que acababa de cometer. "Le aterraba morir en pecado y, como se pasó media vida creyendo que se estaba muriendo, iba a misa a diario para que le absolvieran lo antes posible", afirma Juárez.

Felipe V se casó solo unos meses después de ser coronado rey de España con María Luisa Gabriela de Saboya, de quien terminó enamorándose con la misma obsesión que dominaba su existencia. La vida sexual del matrimonio fue ajetreada y juntos tuvieron cuatro hijos, pero en 1714 ella murió, con 25 años, a causa de la tuberculosis. Al poco tiempo de enviudar, el monarca se casó con Isabel de Farnesio, con quien tuvo siete hijos más. "El rey era muy activo sexualmente, pero muy fiel. No concebía mantener relaciones con otras mujeres que no fueran su esposa cuando se encontraba lejos de casa y se ofendía muchísimo si le ofrecían la posibilidad de hacerlo", explica Marina Alfonso Mola, que también incide en el hecho de que el Animoso fue el último rey español en ir a la guerra y dar ejemplo participando personalmente en una batalla. Precisamente durante los meses que pasaba fuera de palacio concentrado en estrategias militares su salud mental mejoraba y sus obsesiones y delirios -a los que se referían como "vapores"- apenas hacían acto de presencia.

Era ciclotímico: pasaba de no levantarse a una actividad sin freno

Sin embargo, cuando regresaba a la corte volvían sus miedos e inseguridades. Era ciclotímico: pasaba de ser incapaz de levantarse a llevar una actividad sin freno. Como explica Marina Alfonso Mola, el rey era muy responsable pero sentía una inseguridad absoluta que le paralizaba porque pensaba que se equivocaba constantemente en sus decisiones. A Felipe V le pudo una presión para la que nadie le había preparado en Versalles y su sueño no era otro que abdicar en su hijo Luis para poder retirarse a La Granja. "Él habría sido feliz siendo un noble sin ambiciones políticas", reconoce la doctora en Historia. Finalmente, logra apartarse de la corona en 1724, pero Luis I muere de viruela ocho meses después de acceder al trono, a los 17 años, y Felipe no tiene más opción que volver a tomar el mando. Aunque ya es tarde. A partir de entonces el rey nunca recobraría la cordura.

Le obsesionaba la muerte y no quería bañarse

"El rey está bajo una continua tristeza. Dice que siempre cree que se va a morir, que tiene la cabeza vacía y que se le va a caer. Y no es que tenga miedo de la muerte pues no la teme en absoluto pero le absorbe involuntariamente esta idea y no puede desprenderse de ella. Quisiera estar siempre encerrado y no ver a nadie más que las personas, muy pocas, a que está acostumbrado. A cada momento me manda a buscar al padre Daubenton o a su médico, pues dice que esto le alivia". En la biografía Felipe V, de Marina Alfonso Mola y Carlos Martínez Shaw, se recoge esta carta que envió el marqués de Louville, amigo y confidente de Felipe V, al canciller Torcy.

Las salidas de tono que sufría Felipe V tuvieron lugar, en más de una ocasión, en presencia de diplomáticos que las dejaron reflejadas en la correspondencia que enviaban. "Lo cierto es que es imposible tener una visión real de lo que le ocurría al rey porque tenemos que fiarnos de lo que otros decían", opina Mola. Lo que ha trascendido es que a los 45 años la locura del rey no tenía marcha atrás. Murió a los 60 entre enajenaciones y desvaríos a los que se sumaba una falta de higiene personal tal que cuando trataron de amortajarle al quitarle la ropa que llevaba puesta -y que durante tanto tiempo se negó a quitarse- se iba también la piel. "Tuvieron que momificarle. Es el único rey de España momificado, pero fue imposible hacer otra cosa con él", afirma Eduardo Juárez.

El motivo por el que su locura que no pasó a la historia

Como afirma Juárez lo más sorprendente del caso de Felipe V es que "su locura" no haya trascendido más. Como sí ocurrió, por ejemplo, y con menos motivos, con Juana I de Castilla, popularmente conocida como Juana la Loca. El historiador lo explica así: "Por motivos políticos y dinásticos, en el caso de Juana interesó que se la tomara por loca. Con Felipe, sin embargo, no convenía". Juárez recuerda que cada persona histórica es una caricatura asociada a un momento histórico (véase el caso de Carlos II, el Hechizado). Felipe V estuvo al frente de un proceso reformista borbónico en el que no encajaba un protagonista débil y trastornado, de ahí que para conocer los padecimientos que dominaron su azarosa vida haya que profundizar en la historia.

Articulo extraído del diario "El País", puede verse pinchando aquí. 


Oposición Geografía e Historia. Materiales Historia de España (Tema 36 ). Anexos: anécdotas REYES.


Carlos III: ¿el mejor monarca que ha tenido España?

Discreto, austero, fiel y siempre preocupado por el bienestar del pueblo. El hijo de Felipe V fue el mayor representante del despotismo ilustrado y la antítesis a la imagen que se tiene de un monarcaÇ

û La austeridad que caracterizaba al cuarto Borbón que reinó en España despertaba simpatía: evitaba los despilfarros en la corte, apenas dejaba que le hicieran trajes, vestía siempre de forma sencilla y comía lo justo y casi siempre lo mismoÇ

û “Cuando Carlos III llegó al trono, Madrid era una ciudad muy pobre y poco atractiva. No daba la impresión de ser una capital. Pero su gran labor como ‘alcalde’ logró que pronto estuviera al nivel del resto de capitales europeas”, reconoce Carlos Martínez Shaw

û A Carlos III le tocó reinar sin excesivos sobresaltos. Ramón María Serrera, catedrático de la Universidad de Sevilla, confiesa que no sabe cómo habría pasado a la historia el monarca si hubiera tenido que lidiar con la Revolución francesa o la invasión napoleónica, conflictos a los que sí hizo frente su sucesor Carlos IV

El hijo del que fue el primer Borbón que reinó en España, Felipe Vy la italiana Isabel de Farnesio es el único rey de la historia española que ya había reinado antesCarlos III (Madrid, 1716-1788) fue el rey de Nápoles durante 25 años. Para Ramón María Serrera, catedrático de Historia de América en la Universidad de Sevilla, esta experiencia previa es clave para que hoy los historiadores le consideren, casi por unanimidad, el monarca más elogiado que ha tenido el país: “Ya tenía mucho recorrido hecho cuando llegó a España. Carlos III reinó un total de 54 años, 25 en Nápoles y 29 en España, y siempre le preocupó el bienestar del pueblo. Era austero y sencillo, además de un hombre fiel. Fue un gran rey reformista en España y América que evitó los despilfarros y premiaba el mérito por encima de la herencia de sangre”. El doctor en Historia Eduardo Juárez añade que este Borbón se rodeó siempre de los personajes más válidos de la época, en lo que coincide con Serrera para quien “el rey supo delegar en personas de primerísimo orden como el marqués de Esquilache, el conde de Aranda, Campomanes o Floridablanca”.

También ha ayudado a ensalzar la figura de este monarca ilustrado la mediocridad como jefes de Estado que caracterizó tanto a algunos de sus antepasados como a algunos de sus descendientes. El catedrático Luis Enrique Otero destaca la mala prensa que tenía su hijo Carlos para quien en “lo único que destacó durante los años que reinó. "Carlos IV no tenía muchas luces, dedicó más tiempo a la caza y a la buena vida que a los asuntos de gobierno. La desidia y su incapacidad marcaron sus años de reinado", y su nieto Fernando VII aún logró doblar esta animadversión y pasar a la historia como un rey “nefasto”.

Pero que Carlos III terminara reinando en España era algo muy improbable. El rey tenía dos hermanos mayores -Luis I y Fernando VI- fruto del primer matrimonio de Felipe V con María Luisa Gabriela de Saboya. De ahí que su madre Isabel de Farnesio, conocedora de lo difícil que era que su primogénito reinara en España, se empleara en cerrar una serie de acuerdos con Francia para que Carlos fuera nombrado duque de Parma y rey de Nápoles y Sicilia. Y lo consiguió. Sin embargo, tanto Luis como Fernando reinaron durante poco tiempo porque murieron pronto y sin dejar descendencia. En 1759, tras fallecer su hermano Fernando, Carlos III se encontró con el trono de España en bandeja. Tenía 43 años, se convirtió en el mayor representante del despotismo ilustrado (una clase de absolutismo que tomó la ideología reformadora de la ilustración) en España y reinó hasta su muerte en 1788. Hoy la mayoría de los expertos le consideran el mejor monarca de la historia de España.

Era discreto y austero

Carlos III era la antítesis a la imagen que se tiene de un monarca, pompa que, sin embargo, representaban a la perfección su padre -Felipe V- y su abuelo -Luis de Francia, ambos criados en la excesiva Versalles. La austeridad que caracterizaba al cuarto Borbón que reinó en España despertaba simpatía: evitaba los despilfarros en la corte, apenas dejaba que le hicieran trajes, vestía siempre de forma sencilla y comía lo justo y casi siempre lo mismo. “Llamaba mucho la atención el poco gusto que tenía de estrenar ropa. Basta con revisar los retratos que se le hicieron para ver que la ropa que llevaba era muy normal y tranquila. Además, en las comidas era muy frugal. El único capricho que se daba consistía en beber chocolate y dicen que siempre lo hacía usando la misma taza. Carlos III era una persona dedicada enteramente al ejercicio del poder por lo que no tenía esa necesidad del boato y ostentación que sí tenía su padre. A él le gustaba llevar una vida retirada nada rimbombante”, señala Eduardo Juárez. El cuadro que mejor define la austeridad y discreción del monarca según Serrera, es el que le hizo Goya Carlos III, Cazador (1786).

Fue un hombre fiel

Dos años después de comenzar su reinado en España, Carlos III quedó viudo al morir María Amalia de Sajonia a consecuencia de una tuberculosis. “En 22 años de matrimonio, este es el primer disgusto serio que me da Amalia”, dijo entonces el monarca. Nunca se le conocieron amantes y desde el fallecimiento de su esposa no volvió a casarse ni a estar con ninguna otra mujer. Con María Amalia tuvo trece hijos de los que sobrevivieron solo siete. El primer varón fue Felipe, pero fue excluido de la sucesión a causa de la deficiencia mental que padecía. Carlos IV, un año menor que Felipe, se convirtió así en el legítimo sucesor. “Su hijo menor, el infante Gabriel, era el predilecto del rey, que en el fondo sabía que Carlos era un mal heredero”, señala Juárez.

Preservó la integridad del estado frente a intereses particulares

“Prefirió invertir el dinero en financiar expediciones geográficas y antropológicas por el resto del mundo en vez de en ampliar las colecciones reales. Desde luego, fue un defensor de los intereses generales frente a los intereses particulares”, explica Eduardo Juárez. Todo esto subraya la imagen de Carlos III como un rey absolutista preocupado por el pueblo, el bien común y la modernización del país. Carlos Martínez Shaw, catedrático especializado en Historia Moderna y académico de la Real Academia de Historia, incide en que a Carlos III se le elogió mucho por las expediciones botánicas que llevó a cabo en Nueva España y Nueva Granada, que dieron como resultado el “espléndido” Jardín Botánico de Madrid. “Fue un rey moderado y prudente. Logró muchísimas mejoras sin arriesgar más de la cuenta”, apunta Shaw.

Sin embargo, Carlos III también fue criticado por algunas de las decisiones que tomó. Por ejemplo, en 1767 expulsó a los jesuitas del país porque les consideraba culpables del motín de Esquilache (levantamiento popular que tuvo lugar en Madrid en marzo de 1766 en contra del decreto que penaba con multa y cárcel el uso de la capa larga y del sombrero de ala ancha). "El rey opinaba que los panfletos estaban muy bien escritos para haber sido elaborados por gente iletrada de los estamentos más pobres y asoció su autoría directamente a los jesuitas. Por aquel entonces la enseñanza superior estaba controlada por la Compañía de Jesús y su destierro supuso un paso hacia la laicicidad y el control de la educación. La decisión de expulsarles fue muy complicada y provocó muchas críticas y enfrentamientos", añade el doctor en Historia Eduardo Juárez.

El “mejor alcalde de Madrid”

Cuando Carlos III llegó al trono, Madrid era una ciudad muy pobre y poco atractiva. No daba la impresión de ser una capital. Pero su gran labor como ‘alcalde’ logró que pronto estuviera al nivel del resto de capitales europeas”, reconoce Carlos Martínez Shaw. Si algo destaca de su reinado es la cantidad de reformas públicas que llevó a cabo. El rey embelleció la ciudad con edificios públicos tan emblemáticos como la Puerta de Alcalá, el Museo del Prado -que inicialmente estuvo planificado como un museo de historia natural-, el Banco de España, las fuentes de Cibeles y Neptuno y el ya mencionado Jardín Botánico. Estas reformas transformaron Madrid y marcaron el comienzo de la modernidad que tanto anhelaba el monarca. También creó las Juntas de la caridad para prestar servicio a los más necesitados, el servicio de ambulancias y llevó a cabo la numeración de las casas y el alumbramiento de las calles. Además, mandó construir más de 2.000 kilómetros de carreteras y 600 puentes por toda España y fundó los Colegios de cirugía de Madrid y Barcelona.

Reinó durante un periodo de relativa normalidad

Hay circunstancias en el reinado de Carlos III que escapan a su buen hacer. Y es que se debe tener en cuenta que le tocó reinar sin excesivos sobresaltos. Ramón María Serrera, sin restar méritos al monarca, confiesa que no sabe cómo habría pasado a la historia si le hubiera tocado lidiar con la Revolución francesa o la invasión napoleónica, conflictos a los que sí tuvo que hacer frente su sucesor Carlos IV. Por su parte, Eduardo Juárez reconoce que este Borbón fue un rey de su momento con una gran capacidad para entender aquello que necesitaba la sociedad. “Era un monarca absoluto que quería hacer más competitivo su país y estaba muy comprometido con la mejora social. Al llegar a España desde Nápoles encontró un país muy complejo en proceso de crecimiento en todos los sentidos. Puede que no le tocará vivir una revolución o una invasión extranjera, pero probablemente de haberle tocado no hubiera llegado a la situación de ingobernabilidad y de decisión absurdas que tomaron tanto Carlos IV como su valido Godoy. Aunque eso nunca lo sabremos”, opina Juárez.

Información recogida y ligeramente adaptada del Diario “El País”, Para ver artículo íntegro pincha aquí.

Curso 2023/2024. Sesión 06

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